Me llamo Lluís (1971, Aldaia, población muy cercana a Valencia, País Valenciano), soy descendiente de valencianos valencianohablantes por las dos ramas (incluso tres generaciones antes de la mía, como mínimo), pertenecí a un grupo de maestros e investigadores valencianos de línea valencianista (mayoritariamente, así como de profesores universitarios de distintos puntos de Europa), al grupo de línea milaniana, y, desde marzo soy miembro de la organización internacional Teachers without Borders (TWB, no se corresponde con la red Maestros sin fronteras y me parece interesante a largo plazo).
Durante mucho tiempo me he comunicado con dos maestros que tuve en Magisterio (especialidad Humanas, 1991-1994), vinculados al mundo del cristianismo y a los movimientos pedagógicos que reivindicaban la incorporación de la lengua materna (progresiva y por motivos culturales y de derechos humanos) a la educación libre de la persona. Un verano tuve ocasión de oír a uno de los dos, Roser Santolària, maestra de Lengua Española en la escuela de magisterio de Valencia, conversar un momento en francés con un vendedor del periódico "La Farola", el cual era de origen africano. El otro, Pere Riutort, balear y también catalanohablante, mediante el trato sencillo, tolerante y didáctico con el alumno, me facilitó, no solo disfrutar del aprendizaje de la lengua sino, además, de encontrarle, por primera vez, un sentido a la asignatura que enseñaba, Valenciano, más allá de los acentos, pues también nos promovía el respeto por todas las lenguas y culturas del mundo.
Me parece importante que los alumnos de lugares diferentes culturalmente y residentes en España tengan conocimiento de alguna lengua no oficial del Estado, así como de alguna cultura minoritaria y de su relación con el presente histórico, con la educación recibida en el campo humanístico y con la visión del mundo. Así, les sugiero, a los maestros de esos lugares castellanos culturalmente, que se interesen por la cultura galaicoportuguesa, la asturianoleonesa, la basconavarra, la aragonesa o la catalanovalenciana. Por ejemplo, pueden consultar los términos “Reino de León”, “Reino de Castilla”, “Corona de Aragón” y “Reino de Navarra” en las versiones en castellano, en catalán y en aragonés y, si el maestro o algún alumno, domina el vasco, en la vasca.
Verán la relación de la manera de gestionarse estos reinos con el presente actual y con la posición, por ejemplo, del político Pi y Margall (siglo XIX) respecto a la idea de un estado federal o por qué un político español hizo posible que, tras la anulación de los fueros vascos, se oyera en las Cortes españolas un silencio sepulcral después de pronunciar: “Algo grande muere hoy en España”. Esto lo leí en un libro sobre educación cívica y moral, de finales de los setenta, editado por el Ministerio de Educación y Ciencia.
Por suerte, a día de hoy, las lenguas minoritarias en España tienen mayor sensación de estar protegidas legalmente. Y creo, sinceramente, que irá a mejor, pues a nivel internacional se observa una mayor tendencia a valorar lo que forma parte de la Humanidad y, por lo tanto, a denunciar abiertamente los intentos de sometimiento. Los últimos estudios sobre el valenciano en tierras valencianas nos muestran que ha habido una línea de personalidades, muchas vinculadas al cristianismo, que hicieron posible la conservación y transmisión de la lengua incluso en las épocas más difíciles (las anteriores a la ley de educación de 1970, que sustituiría a la histórica Ley de Instrucción Pública o “ley Moyano”, de 1857, según la cual el castellano era la única lengua de enseñanza obligatoria en las escuelas públicas). Muchos de nuestros abuelos, y yo también, pasamos por estas normas y hemos conocido, pues, como también ahora, tiempos para la esperanza. Además, por motivos eclesiásticos, desde 1750, tras una decisión del arzobispo Mayoral, teníamos que registrar nuestros nombres en castellano, a diferencia de en otras tierras del mismo ámbito lingüístico. Desde 1977 lo podemos hacer en cualquier lengua del Estado.
Ello también les ayudará a comprender la pregunta siguiente y su respuesta. ¿Por qué los alumnos adultos del amigo irlandés que me enseña inglés desde hace cuatro años tienen, mayoritariamente, conocimiento del valenciano oral (o incluso, escrito) o de otras lenguas europeas y también del castellano? Veamos por qué…
Doy clases gratis de valenciano y, por ahora, sólo he tenido alumnos adultos, muy pocos, y de mente abierta y de espíritu democrático. Cuando comento esta oferta (porque soy pensionista y prefiero actuar de manera legal) a muchos castellanohablantes, les añado que si aprenden valenciano con interés tendrán mayor facilidad para aprender inglés, ya que tiene una influencia importante del latín a través del francés, lengua más parecida al catalán que al castellano. Muchas relaciones comerciales y políticas de los condados catalanes, a lo largo de los primeros siglos y hasta el XIII, fueron hacia el sur de la actual Francia, donde también se habló catalán hasta 1659 (Paz de los Pirineos) y hacia la cultura occitana. Aún hay una comarca de Cataluña, Era Val d’Aran (la Vall d’Aran, en catalán), donde se habla aranés (occitano).
A un castellanohablante, y más si es de cultura castellana, le interesa saber, como a cualquier persona (indistintamente de la lengua materna o de la cultura de procedencia), que cuando se aprende una lengua, se aprenden valores... En el caso del inglés, la libertad, el respeto por las diferencias (fruto de la política federal) y el espíritu de contribución a la sociedad (la filantropía de la que tanto hablaba Einstein en relación a los Estados Unidos).
Además, conocer otra lengua es un puente para conocer más el mundo y para ser más libre y con espíritu crítico. Y si, además, es de la península, pues… más aún, pues las relaciones políticas son más directas. ¿Cuántos intelectuales en lengua castellana habían leído alguna vez alguna obra del escritor catalán Joan Maragall, abuelo del histórico alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall? Menos de diez, leí una vez en la revista Éxodo. Y eso que la mayoría de sus obras… estaban escritas en castellano.
Volviendo al tema de mi amigo irlandés, con familia de la provincia de Cuenca por parte de la compañera, me comentaba en julio del 2012: "Me parece que al gobierno español no le gustaría que la gente tuviera mayor comprensión del inglés, ya que permitiría acceder a un medio muy importante como es Internet y a tener un espíritu más libre". Coincidimos. Proviene de un país con una cultura muy descentralizada y con mayor visión universalista y más participativa... que la que intentan que predomine en el Estado español y que, desde territorios como los "periféricos", no aceptamos porque sí.
Respecto al tema del diálogo en la histórica Corona de Aragón en los territorios actuales (Aragón, Cataluña, el País Valenciano y las Islas Baleares), como mínimo, ya hay líneas de actuación partidarias de la no imposición desde el sector históricamente más fuerte y centralista. Tuvo relación con el Noucentisme catalán y con el sector económico y político elitista que surgió desde la Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX con el fin de practicar el desprecio hacia la periferia catalana salvo la zona de Girona, donde se suponía que estaba lo más “in” o “chic” de la lengua y de la cultura catalana. Y esto ha tenido influencia hasta casi el siglo XXI, cuando surgieron voces a favor de la dignificación de la pluralidad, como expone, por ejemplo, Abelard Saragossà (2002, El valencià del futur, ed. Alambor), profesor de lingüística en la Universitat de València. Pero esto es harina de otro costal que también me parece conveniente añadir, para que no suene a adoctrinamiento ni a propaganda barata.
Añadiré que cuando era joven, y también después, viajé, con la familia, mucho a Aragón, a Cataluña, a Andalucía (casi dos semanas y por todas las provincias), a Madrid, a Burgos (con motivo de un encuentro de maestros y educadores, 1997), a Navarra (finales de los ochenta, a Pamplona; y en el 2000, a Orkoien, población que casi tocaba la capital navarra) y a Galicia. He pasado por Astorga y por tierras leonesas.
En esos viajes tenía la costumbre de comprar el diario de la comarca o de la provincia de la población donde nos alojábamos, para así "hacer cultura". También procuraba hablar con la gente… y escuchar, para aprender sobre el terreno. Y si algún hermano iba al extranjero, le pedía que me comprara algún periódico, aunque no lo entendiera (un viaje a Nepal o a Marruecos). Éso permitía tener una mente más abierta y, a veces, hasta servía de medio para informar por Aldaia Ràdio (radio local de la población valenciana Aldaia) sobre temas políticos españoles (el franquismo, en la prensa italiana) o sobre la cultura musulmana (con el portugués de Brasil). O saber que en Florida resultaba difícil encontrar alguna obra de Noam Chomsky.
Finalmente diré que en aquella visita a Burgos que he citado antes, concretamente, a unas jornadas organizadas por Acción Cultural Cristiana, resultaba gratificante hablar valenciano con dos ilerdenses procedentes de Santander y de Extremadura y que llevaban más de treinta años viviendo en Cataluña, o pasar buena parte del día con dos madrileños de mente abierta (uno de ellos había estado dos veranos de monitor en tierras valencianas) y comprobar que no sólo había una lengua que nos hacía de puente, el castellano, sino que había mucho espíritu de tolerancia y de hermandad. Ninguno de los cuatro me hizo ninguna crítica por el hecho de tomar nota, en las sesiones, en valenciano, lengua en la que desde hacía poco más de tres años, ya pensaba cuando escribía... Así, con agilidad, le traduje una idea a uno de los dos madrileños.
En síntesis: podemos ir más lejos de lo que pretenden muchos políticos. En son de paz y de diálogo, sin permitir que se intente menospreciar al débil, esto es, poniendo más peso en la balanza, de la misma manera que cuando, sin paternalismo ni caridad mal entendida, nos inclinamos hacia el que nos pide ayuda y, al mismo tiempo, le exigimos que aporte al resto del grupo, es decir, que no viva del cuento.
Nota: Podría escribir más, pero creo que, como mínimo, con esta exposición en castellano, preparada conscientemente para castellanohablantes que no residen en ninguna población de España donde una de las lenguas sea cooficial o esté presente, ya hay bastante.
Con esperanza.
Lluís Barberà i Guillem
Maestro e historiador